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Visitar Saint-Gervais-sur-Mare, un pequeño pueblo en el corazón del Parque Natural del Haut Languedoc, en el Macizo Central, en el tramo más duro del Camino de Santiago (Camino de Arlé o Vía Tolosana) es una experiencia excepcional porque es un ejemplo de la "Francia deshabitada". Sin embargo L'Ortensia, es el ejemplo de la Francia que resurge por medio de la profesionalidad de sus alojamientos hoteleros y de su cocina. La media docena de habitaciones en un edificio perfectamente rehabilitado y moderno, en la cumbre que deja atrás su impresionante iglesia románica, con vista de 360 grados, está acompañada de un restaurante con estrella Michelin, que ofrece la perfecta combinación de motivos para adentrarse en la bellas, solitarias y tortuosas carreteras que llegan a Saint-Gervais-sur-Mare. Pero vale la pena. Por el lugar natural, por el pueblo, por el hotel, por el restaurante y por el servicio profesional y atento del equipo que lo regenta. Habitación de tamaño muy aceptable con vistas a las montañas que rodean Saint-Gervais-sur-Mare. Cama cómoda. Tranquilidad, silencio, absoluto. Baño muy moderno y bien surtido de productos higiénicos. Aparcamiento exterior gratuito. Recepción luminosa. Desayuno excelente, fruto de la mano de su chef: original e incomparable con un hotel tradicional. Imprescindible reservar con antelación a la visita en su restaurante, con carta corta, pero muy variada porque toca tierra, mar, aire, quesos, postres y una breve selección de vinos y champán, para un restaurante que es todo un prodigio como iniciativa en un lugar al que ir intencionadamente. Tanto el precio de la habitación como de la combinación gastronómica de su restaurante es más que aceptable para la calidad que ofrece. Y la atención del personal es igualmente excelente.

El hotel es muy bonito, el personal muy amable y la atención excelente. La habitación tenía muchos detalles para hacerla muy acogedora.

Buena ubicación y la cama muy cómoda

Todo bien..correcto. pero la habitacion no tiene aire acondicionado

El desayuno fue es-pec-ta-cu-lar, pero también la estancia, toda llena de detalles, en un caserío antiguo y reformado manteniendo lo rústico pero con una calidad magnífica y un ambiente muy, pero que muy, muy, muy agradable. Como dijimos a sus dueños, es uno de los mejores hoteles en los que hemos estado nunca, y eso que viajamos muchísimo. Estamos muy contentas, además del trato a los ciclistas como nosotras. Nos dieron facilidades en todo momento para seguir nuestro viaje, y el lugar compartido de cocinita y terraza con juegos, libros, sala de estar para relajarse... además de la habitación, y su lugar en una plaza, son magníficos. Si tenéis ocasión, no perdáis la oportunidad de quedaros en este lugar extraordinario.